Comprando zapatos de tallas grandes.

No me gusta que la gente piense en mí más de lo necesario. O sea, no me gusta
llamar la atención. Bueno, un poco de atención siempre es bienvenida; pero cuando
entro a una zapatería y pido zapatos del número 9 (29 cm de largo) y las empleadas
me miran a los pies disimuladamente y desvían rápidamente los ojos hacia mi
rostro...siempre busco el destello de risa o asombro en sus pupilas, mientras me
dicen -No tenemos zapatillas... - “¿zapatillas?” pienso, en esa talla, yo prefiero
decirles zapatos -... de tallas grandes- .
No es una talla grande. Por lo menos, no lo es para un hombre. Pero yo soy mujer. Y
entrar en una zapatería cualquiera se ha vuelto un trauma para mí. Claro, nunca falta
una amiga bienintencionada que te lleve a -Esta tienda nueva donde tienen tallas
grandes- . Y aunque todo el camino hacia allá le vayas diciendo que eres - del 29
¿eh? ¿Estás segura que hay zapatos de esa talla?-se sonríe cansada de tratar de
convencerte de que en realidad venden monstruosidades parecidas- ¡Claro! Si tienen
unas zapatillas enormes- Ya para entonces tú te sientes como un fenómeno
escapado del circo que recién acaba de irse de la ciudad y optas por guardar un
escéptico silencio y encerrarte en esa concha que haz fabricado para recuperarte
de tantas otras experiencias parecidas.
Es difícil para la gente común el imaginar lo que sientes cuando descubres una tienda
en la que los zapatos ( zapatillas, perdón) llegan hasta mucho más allá de la talla 31.
Y que los modelos no se parecen a los de mi tía Chonita o a los del club Travesti.
¡Vaya! Lo que pasa es que esas tiendas no son comunes en provincia. Sólo
encuentras esas enormidades en tiendas especiales de las capitales; lejos de mi
lugar de residencia.
No me quejo (bueno, sí lo hago ¿y qué?) pero me voy cansando de esas amigas que
nomás ilusionan.
Luego llega uno a la famosa tienda de ‘canoas’ recomendada y vuelve a pasar lo
mismo:
-Buenas tardes ¿Tiene zapatos...-recuerdo que así no les dicen y corrijo- zapatillas,
del número 9?- la dependiente se me queda viendo como quien no entiende la frase y
al cabo de unos segundos de retraso (el periodo varía; sin embargo siempre
llegamos a esta parte) me mira los pies, levanta rápidamente la cara, sonríe
amablemente y dice -¿Del 29?-
-Sí-otra vez esa mirada subrepticia hacia mis grandes y desparramadas patotas.
-No tenemos tallas tan grandes-
Y entonces miro a mi amiga con ganas de desaparecerla (y desaparecer también) y
sonrío a mi vez, tratando de despedirme y salir airosa de la situación. Intento
agradecer al tiempo que la chica de la zapatería pregunta, super amablemente -¿Son
para usted?- “¿Qué no me viste ya los pies?” quiero contestarle- Sí...pero ya que no
tiene...-
-No; espere. Tengo unos del siete que vienen muy amplios...-
¿Saben? ¡¡¡Detesto que me digan eso!!! Es como revivir el cuento de la Cenicienta. Ya
se imaginarán que no soy la que se queda con el príncipe ¿no?. Decidida a no pasar
más humillaciones, me voltéo para salir, agradeciendo con el gesto y mentándoles la
madre por dentro ( que conste que no tengo nada en contra de la chava de la
zapatería. Es sólo la rabia que me da el haber creído cuando ya sabía que no era
posible) y mi amiga , ¡diantre de amabilidad! me empuja -Pruébatelos, al fin y al cabo
¿qué puedes perder? -me lleva a rastras hasta las sillas. La dependiente sonríe, yo
pierdo la paciencia.

-¿Qué no ves mi pie? ¡Ese zapato no me va a entrar!- digo y mi voz suena un poco
más alta de lo que debe, haciéndome sentir aún más mal. Y si hay más clientes,
siento sus miradas sobre mí. ¡Ay!
-Pruébeselo. Viene amplio- dice la dependiente pensando en la venta o teniéndome
lástima. No sé.
Para que no digan que soy cerrada y poco accesible, lo hago, enfatizando la
dificultad que tiene mi pie para ajustarse a esa cosita.
Claro que no me entra. Ni de chiste.
Y todavía mi amiga y la dependiente se asombran (bueno, pensándolo bien, eso
demuestra que me vieron el pie más chico) y entre miradas de complicidad, gestos
compugidos y ganas de reírse o no sé, me dicen:
-¡Ay! No te quedó ¡Pero si viene muy amplio!- antes de que saquen más pares de
diferentes modelos, igualmente ‘amplios’, me pongo mis zapatos de hombre y me
levanto.
Mejor allí le dejo. Luego les cuento lo que es buscar ropa interior de tallas
grandes....¡SOB!

Gisela Gómez Meda. 1996.


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